Ayer 24 de septiembre sesionó en Villaguay el Consejo Superior de la UNER, órgano de gobierno del que surgen los consensos y emanan las decisiones que orientan las acciones de la comunidad universitaria, y que está integrado por los decanos de las nueve facultades, nueve docentes, seis estudiantes, seis graduados y dos representantes por el personal administrativo y de servicios, todos surgidos de procesos democráticos de elección.
El Consejo Superior lleva adelante su tarea de conducir la universidad en un marco de respeto mutuo y reconocimiento a la pluralidad y diversidad de opiniones, pero ayer, cerca de medianoche, este marco de principios fue avasallado por un contexto de violencia y agravios que la Universidad jamás había vivido en sus años de vida democrática.
En instancias de que se reconsiderara la aceptación o no de los fondos provenientes de regalías de la mina La Alumbrera (recordemos que ya habían sido aceptados por el propio Cuerpo el 4 de agosto pasado), e incluso previamente a la sesión plenaria, se produjeron prácticas de violencia y agresión verbal por parte de un grupo de estudiantes y docentes de la comunidad universitaria. Estas prácticas se desataron aún con mayor violencia finalizada la votación - 14 votos aceptando los fondos, ratificando la Resolución del 4 de agosto y 12 por la decisión contraria- e impidieron que el Consejo Superior continúe sesionando para resolver temas pendientes también importantes para la vida universitaria.
Frente a los hechos acaecidos, como rector de la UNER repudio enérgicamente estos actos de violencia e intolerancia que incluyen hasta amenazas de muerte a los propios consejeros superiores, prácticas que recuerdan las épocas más nefastas de nuestra historia argentina, donde el miedo y el terror eran vivencias y sentires cotidianos.
Quiero, al mismo tiempo, hacer un llamado a toda la comunidad de la UNER que, al margen de la actitud de un reducido grupo y con todas las dificultades que a diario se nos presentan, defiende la Universidad Pública y sus principios, los derechos humanos, los canales institucionales y democráticos, los órganos de gobierno, espacios que tantos años y vidas le costó construir y sostener a la Universidad Pública.
Este llamado es a defender los espacios democráticos, a que los conflictos inherentes a las relaciones humanas e institucionales se resuelvan en forma no violenta, teniendo en cuenta que tanto la paz como el respeto a los derechos humanos son indivisibles y conciernen a todos. No será a través de amenazas, insultos y descalificaciones que construiremos los caminos del diálogo y el acuerdo.
Por ello, y contra la prédica de la violencia, corresponde a la Universidad profundizar el sentido de los valores de la vida en democracia, desde la producción del conocimiento, la transferencia, el pensamiento crítico y el compromiso para con los órganos y canales institucionales.
El mandato de la Universidad Pública es constituirse en un espacio libre de confrontación de ideas, donde la libertad académica y política se exprese como afirmación del respeto y defensa de la democracia y los derechos humanos.
Finalmente, quiero expresar mi solidaridad con los consejeros superiores, personal administrativo y de servicios, estudiantes y miembros de la comunidad académica que de una u otra forma fueron agraviados por aquellos que pretenden desconocer el pluralismo, el disenso y que, evidentemente, tampoco participan del propósito de consolidar la libertad y la defensa de la democracia en todos sus ámbitos.
Cr. Eduardo Asueta / Rector de la UNER
El Consejo Superior lleva adelante su tarea de conducir la universidad en un marco de respeto mutuo y reconocimiento a la pluralidad y diversidad de opiniones, pero ayer, cerca de medianoche, este marco de principios fue avasallado por un contexto de violencia y agravios que la Universidad jamás había vivido en sus años de vida democrática.
En instancias de que se reconsiderara la aceptación o no de los fondos provenientes de regalías de la mina La Alumbrera (recordemos que ya habían sido aceptados por el propio Cuerpo el 4 de agosto pasado), e incluso previamente a la sesión plenaria, se produjeron prácticas de violencia y agresión verbal por parte de un grupo de estudiantes y docentes de la comunidad universitaria. Estas prácticas se desataron aún con mayor violencia finalizada la votación - 14 votos aceptando los fondos, ratificando la Resolución del 4 de agosto y 12 por la decisión contraria- e impidieron que el Consejo Superior continúe sesionando para resolver temas pendientes también importantes para la vida universitaria.
Frente a los hechos acaecidos, como rector de la UNER repudio enérgicamente estos actos de violencia e intolerancia que incluyen hasta amenazas de muerte a los propios consejeros superiores, prácticas que recuerdan las épocas más nefastas de nuestra historia argentina, donde el miedo y el terror eran vivencias y sentires cotidianos.
Quiero, al mismo tiempo, hacer un llamado a toda la comunidad de la UNER que, al margen de la actitud de un reducido grupo y con todas las dificultades que a diario se nos presentan, defiende la Universidad Pública y sus principios, los derechos humanos, los canales institucionales y democráticos, los órganos de gobierno, espacios que tantos años y vidas le costó construir y sostener a la Universidad Pública.
Este llamado es a defender los espacios democráticos, a que los conflictos inherentes a las relaciones humanas e institucionales se resuelvan en forma no violenta, teniendo en cuenta que tanto la paz como el respeto a los derechos humanos son indivisibles y conciernen a todos. No será a través de amenazas, insultos y descalificaciones que construiremos los caminos del diálogo y el acuerdo.
Por ello, y contra la prédica de la violencia, corresponde a la Universidad profundizar el sentido de los valores de la vida en democracia, desde la producción del conocimiento, la transferencia, el pensamiento crítico y el compromiso para con los órganos y canales institucionales.
El mandato de la Universidad Pública es constituirse en un espacio libre de confrontación de ideas, donde la libertad académica y política se exprese como afirmación del respeto y defensa de la democracia y los derechos humanos.
Finalmente, quiero expresar mi solidaridad con los consejeros superiores, personal administrativo y de servicios, estudiantes y miembros de la comunidad académica que de una u otra forma fueron agraviados por aquellos que pretenden desconocer el pluralismo, el disenso y que, evidentemente, tampoco participan del propósito de consolidar la libertad y la defensa de la democracia en todos sus ámbitos.
Cr. Eduardo Asueta / Rector de la UNER
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